Facebook es una plataforma que permite comunicarnos con nuestras amistades y conocidos. También es un escaparate para satisfacer nuestras necesidades narcisistas y exhibicionistas, hasta el punto de conocer, sin demandarlo, intimidades sociales o celebraciones a través de imágenes para dejar huella de qué bien estamos y qué bien lo pasamos. Esta manera de socializarnos nos permite ‘alardear’ de ciertos momentos para dar visibilidad de nuestros estados de ánimo. También hay que suponer que hay personas no tan agraciadas, pero eso al parecer no importa, lo que importa es hacer visible nuestra ‘felicidad’.
Entretodos
Todo lo anteriormente mencionado es absolutamente legítimo, pero no nos paramos a pensar en los peligros que pueden amenazarnos con el uso descontrolado de esta ‘herramienta’; se nutre de nuestra privacidad. Y no hablemos del riesgo que corren nuestros menores cuando utilizan estas redes.
Por otro lado, esta red social, como otras, da salida a lo que muchos quisieran ser y no son. Sentirse ignorado no es agradable y por este medio nos damos a conocer y conocemos, lo cual en principio es sano, pero hasta cierto punto. Hay que ser moderado, como en todo, lo que no quiere decir que se tenga que prescindir de forma absoluta, sino más bien usar el sentido común y de control.