Proclamar que Dios es el dueño de la vida, que vida y muerte están en sus manos, que hay que aceptar el dolor y la muerte más terrible porque Jesucristo murió en la cruz y así salvó al mundo son creencias que no pueden imponerse.

Los profesores de filosofía de secundaria han tenido que tragar con la Ética como alternativa a la Religión: para garantizar el derecho de unos a recibir enseñanzas religiosas, otros estaban obligados a recibir clases de ética.

Nadie aceptó modificarlo porque el foco se ponía solo en el derecho a recibir enseñanza religiosa. Ahora, las creencias religiosas no aceptan la eutanasia. Los que desean una muerte para participar del dolor del Salvador tienen vía libre.

Nadie se lo impide, lo que sí hacen ellos con quienes desean un buen morir (eu = bueno; thanatos = muerte), un morir dignamente. Para Juan Masiá decidir morir autónomamente ni siquiera va contra la fe religiosa, porque Dios creador hizo a los humanos co-creadores, responsables de la vida, que pertenece a quienes la han co-creado.

Decir que se quiere ahorrar el Estado en Seguridad Social o que puede ser una vía legal para homicidios de personas no se sostiene si se establecen las garantías jurídicas adecuadas de vigilancia, las normas y controles profesionales.

Los cuidados paliativos son para quien no quiera tener dolor, no para quien no desee continuar en la existencia, haciendo esto en plena capacidad de conciencia y pidiéndolo expresamente.

En nuestra sociedad, más del 80% de ciudadanos están a favor de la eutanasia y más del 50% de los católicos también. Ejercer el derecho a la eutanasia es algo personal y no obligatorio. La Iglesia católica tiene que dejar de ser un 'lobby' ideológico.

Para Jacques Pohier (teólogo y filósofo francés): "La eutanasia voluntaria no es una elección entre la vida y la muerte, sino entre dos formas de morir. No solo los profesionales han de intervenir en el debate, sino la totalidad de la sociedad".