Soy diplomado en Educación social y trabajo en residencias de gente mayor. Antes de la pandemia mis funciones eran celebrar aniversarios, fiestas, hacer talleres de memoria, actividades de psicomotricidad fina y gruesa, musicoterapia y estimulación sensorial, entre otras dinámicas. Todo por hacer más ameno el día a día de nuestros mayores. Pero vino la pandemia y ahí mis roles cambiaron: tuvimos que confinar. Iba por las habitaciones acompañando, haciendo videollamadas, ayudando a dar de comer. Fueron jornadas largas porque los trabajadores empezaron a enfermar y luego caí yo.
Entretodos
Actualmente vuelvo a implementar las actividades. Hemos creado pequeñas unidades de convivencia, tenemos material (epis y mascarillas entre otros). Escribo esta carta por mi indignación al coger el bus H2, repleto de gente como en las imágenes de Madrid. Tanto esfuerzo, tanto en el pasado como en el presente, para luego ir en el transporte público a rebosar de gente. Es indignante. Hoy me he sentido como una anchoa del Cantábrico de las que anuncia Revilla para promocionar su Cantabria infinita.