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Es feminismo, no puritanismo

Imagen de una manifestación en Barcelona contra el machismo. / REUTERS / JULIO CARBÓ / AP / MIGUEL LORENZO

Para quienes ya tenemos más tiempo pasado que futuro, fue una liberación desprendernos de aquella moral puritana y mojigata del 'nacionalcatolicismo' en la que nos educaron y para la que todo era pecado, que separaba a niños y niñas en los colegios -mis primeras compañeras de clase fueron las de la universidad-, que hacía a las mujeres amas de casa y a los varones señores de su hogar. Fue una liberación porque empezamos a ser moralmente dueños de nosotros mismos, o sea, libres: toda aquella corriente de libertad política y sexual que venía de Estados Unidos y de la Europa más ilustrada poco a poco se fue abriendo paso aquí tras la muerte del dictador.

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Pero lo cierto es que no nos liberamos del todo. Esa ancestral herencia androcéntrica y patriarcal apenas se resintió: los varones conservamos nuestro papel dominante y las mujeres, mientras se incorporaban al mundo laboral, siguieron teniendo el papel secundario que tenían social, cultural y económicamente. Con el tiempo algo se ha mejorado pero la situación no es muy distinta hoy.

No es muy distinta porque formalmente ellas tienen los mismos derechos que los hombres -hablo al menos de España-, pero ni siempre ni en todas las situaciones los pueden ejercer libre y plenamente porque se saben expuestas a abusos, cuando no a mayores agresiones, simplemente por ser mujeres.

Que las mujeres reivindiquen sus derechos y peleen por poder ejercerlos libremente; que denuncien los abusos sexuales, los acosos callejeros, los chantajes laborales y la discriminación que sufren permanentemente, resulta ahora que para algunos es puritanismo, una vuelta al espíritu mojigato y escrupuloso de aquella moral de sacristía. Pero se confunden. Puritana era aquella moral que remitía al pecado y la culpa precisamente para reprimir a las mujeres asignándolas un papel social, laboral y sexual subordinado. Denunciar las coacciones que impiden a las mujeres ejercer libre y plenamente sus derechos en pie de igualdad no es puritanismo, sino higiene moral.