Que las criptomonedas no constituyen un lugar estable en el que mantener nuestros ahorros a flote era bastante evidente, aunque las personas dedicadas a la materia pregonaran a los cuatro vientos que el futuro está en el 'blockchain'. Millones de ciudadanos de a pie se adentraron en los mares del bitcoin, convirtiéndose en expertos de la noche a la mañana, y hablando de 'holding', 'minería', 'velocidad hash' o 'cold storage'. Y, de pronto, estalla una guerra.
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Los inversores, en espantada general, han hecho caer los valores, tanto de bitcoin como del resto de altcoins, por los suelos, y ya hay una criptomoneda que ha saltado del barco: Luna. Los pioneros que abanderaron la nueva economía, más justa, en manos de los usuarios y no de entidades privadas, buscaban hacerse ricos en unos pocos años y, ahora que todo está patas arriba, probablemente hubiesen preferido guardar sus ahorros bajo el colchón mientras pasase esta tormenta.