No hace mucho volvía a Barcelona después de pasar unas semanas en el pueblo de mis padres. La vuelta se hizo difícil, ya que la ciudad ya no me parecía tan increíble. Las calles llenas de ruido y coches me hacían querer volver a aquel tranquilo lugar.
Entretodos
Siendo de ciudad, a muchos jóvenes nos parece inconcebible la vida en el pueblo. "¡Pero si es un aburrimiento!", hemos pensado la gran mayoría, pero la realidad no podría ser más diferente: los paseos sin prisa, las comidas caseras, las largas conversaciones con los vecinos, las partidas de cartas, la naturaleza, la familia... Hacen de la vida en el pueblo algo que todo el mundo debería experimentar alguna vez.
Desde aquí, me gustaría invitar a todo aquel que lea esto a escaparse a uno de estos recónditos lugares y simplemente, dejarse llevar. No deberíamos dejar que estos pequeños tesoros con cientos de años de historia se queden vacíos; no hagamos de la España vaciada algo irreparable.