No aprendemos. En Igualada, epicentro del mayor foco de coronavirus de Catalunya, se están gestando las condiciones para un nuevo rebrote. Un rebrote anunciado. Y no será en residencias de ancianos, ni en hospitales, escuelas o empresas privadas. Será en las propias instituciones de gobierno municipal y comarcal: Ajuntament y Consell Comarcal. Por extraño que pueda parecer, los responsables políticos de estas instituciones han decidido reinstaurar el trabajo presencial para todos en sus oficinas.
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El lunes 6 de julio, el Consell Comarcal de l'Anoia impuso, por decreto político, que todos sus trabajadores realicen su trabajo presencialmente, en unas instalaciones cerradas donde lo más razonable es pensar que el virus podrá circular de nuevo a su antojo entre sus trabajadores, para extenderse después entre sus familias, mayores, vecinos y amigos.
¿No hemos aprendido nada de la experiencia sufrida? ¿Qué ha sido de los planes de contingencia sanitarios, qué ha pasado con las recomendaciones repetidas hasta la saciedad y de la experiencia acumulada de teletrabajos? No estamos hablando de fábricas, talleres o cadenas de producción, donde la presencia física no se puede suplir. Estamos hablando de trabajos administrativos de gestión y de coordinación, muchas de cuyas funciones se pueden realizar de forma telemática.
¿Quién decidió acumular a decenas de trabajadores en espacios cerrados con aire acondicionado recirculando y más de 30 grados al exterior? ¿Alguien piensa que se podrán mantener distancias de seguridad o uso de mascarillas durante ocho horas? ¿Se ha evaporado quizás el virus de nuestras vidas? ¿Disponemos ya de vacuna o de una curación milagrosa? ¿Es la pandemia una cosa del pasado? Los responsables de este absurdo han sido políticos, con nombres y apellidos, que no responderán ante nadie cuando se propague un nuevo foco del virus en Igualada.