El 17 de julio tenía entradas para ir a ver una producción de La Perla 29, mi compañía favorita: 'Assedegats', de Wajdi Mouawad, uno de mis dramaturgos preferidos. Me moría de ganas. Entre la dificultad económica que conlleva tener 18 años y la pandemia mundial que me había mantenido en un piso de Barcelona durante meses, ya hacía demasiado que no iba al teatro. Con mi entrada venía la lista de condiciones de seguridad: control de temperatura, aforo muy limitado y mascarilla. Estaba muy tranquila. Pero con las nuevas restricciones del Ayuntamiento de Barcelona, la función se anuló.
Entretodos
El teatro es un fenómeno vivo, presente a más no poder. El teatro 'sucede', se trata de un punto intermedio entre la memoria escrita y la memoria encarnada. En los últimos meses muchas compañías han intentado remediar la cojera resultante de la falta de presencia con 'teatro Zoom'. Reinventarse es inevitable, y en el mundo del covid, deseable. Pero el teatro requiere presencia. Decepciona con más frecuencia que el cine justamente porque el hecho de estar allí implica por fuerza involucrarse más. El teatro es vital en todos los sentidos.
Como me han recordado innumerables veces cuando expreso el deseo de lanzarme a este mundo, en Catalunya cuesta horrores vivir del teatro. Y con el covid, aún más. Hasta ahora no ha habido rebrotes en espectáculos culturales catalanes, y en caso de que se identificara un positivo, es fácilmente rastreable. Por favor, ¡no nos quitéis el teatro! No poder ir a ver La Perla 29 me ha dejado 'assedegada'.
De parte de una ávida espectadora y creadora amateur, solo tengo un grito que lanzar al viento, que ya ha estado circulando estos días en Instagram: #laculturaessegura.