La épica es un género narrativo que cuenta hazañas (reales o imaginarias) de héroes (igualmente reales o imaginarios). Al principio era en verso, pero con el paso de los años se desarrolló también en prosa y dio lugar a las novelas de caballerías que hallaron en 'El Quijote' su máximo exponente.
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Cuando parecía que este género estaba en desuso, aparece en escena Rafael Hernando, quizá sintiéndose 'el Quijote' del siglo XXI, aunque sus semejanzas con dicho hidalgo me temo que se limitan a que este otro caballero de triste figura también posee la capacidad de ver enemigos imaginarios.
La sensación que transmite es la de que la política le aburre bastante, y por eso ha decidido convertirla en una gesta épica. El papel del héroe, qué duda cabe, se lo ha atribuido él mismo, ya que es quién ha sido capaz de encontrar en la mujer ese molino de viento al que hay que combatir.
Como buen héroe, debe demostrar su hombría, y qué mejor forma de hacerlo que insinuando que puede ser un motivo de enfado el hecho de que una mujer destaque por encima de su pareja. Nuestro héroe del siglo XXI sabe que un hombre, uno de los de verdad, eso no lo tolera.
Es como si llevara toda una vida mirando el mundo a través de unos prismáticos: posición fija y quietecito, que si no se desenfoca. Pero además, parece que se los haya colocado del revés porque, además de ser ridículo, le hacen ver todo diminuto. Esta mirada de la realidad tan deformante es la que le hizo afirmar: "No diré que ha estado mejor Montero que usted porque si no, no sé qué voy a provocar en esa relación".
Claro que sí. Por si vuelve a pillarle en público otro momento indecoroso de incontinencia verbal, le recomiendo, señor Hernando, que lleve siempre a mano una bolsita para recoger esos desechos lingüísticos que nos molestan a todos... y a todas.