Es conocido que, en los clubs deportivos, el ”Mi hijo no está motivado" es el recurso fácil de algunos padres ante el hijo que no juega mucho o cuyo equipo no alcanza objetivos que les parecen inalcanzables.
Entretodos
El acusar al entrenador de no motivar es con frecuencia la cortina de humo para otro tipo de problemas que prefieren no afrontar. Tienen la necesidad de buscar culpables, para tener la sensación de misión cumplida.
Se erigen en pregoneros de la presunta inexistente motivación, ocultados como potenciales entrenadores frustrados. Crean presión innecesaria secuestrando y en ocasiones adulterando la autonomía expresiva del/la hijo/a. Hablan de entrenos repetitivos, aburridos, que si mucho rondo o tiempos muertos, que si poca preparación física o te apabullan con inconsistentes estadísticas de goles, minutos etc.
Al entrenador sentenciado siempre lo dibuja, mudo, inexpresivo y sentado, y apelan a la nostalgia de algún entrenador anterior al que ya han olvidado haber criticado. Muestran una emotiva preocupación por la desmotivación del niño y piden medidas urgentes y drásticas en el banquillo. Se enredan en "el niño no quiere venir pero lo traigo porque venir quiere".
Disparan contra el entrenador en el "fracaso deportivo" y contra el profe en el " fracaso escolar". No practican nunca la autocrítica pero la exigen y, eso sí, en un ejercicio de humildad, reconocen que su hijo no es Messi. Presumen de conocer lo que el hijo piensa, sin pensar en lo que desconocen, y de animarlo constantemente, sin reparar que a veces lo que hacen es bloquearlo y condicionarlo.
En algunos casos pretenden reforzar su argumento en que si pagan es para que el niño juegue, y sólo callan cuando se "descuidan" de pagar, culpando , siempre culpando, sobre un "malentendido" al banco de turno.
Ignoran que el hecho voluntario de jugar a fútbol es ya una decisión motivadora, y desde ese efecto positivo hay que construir la verdadera motivación transversal. Desconocen que hay que hacerle ver al jugador que lo malo no es él, sino los resultados, y hay que quitarle la comodidad del cuerpo, pero no hay que incentivarle a señalar culpables fáciles.
Si logran que se cambie al entrenador y no cambia la situación, se quejan de que se cambia de entrenadores. Papis / mamis motivadores, tan imprescindibles como encantadores y colaboradores.