El Gobierno chino ha dado con el primer gran dilema del 2020: cómo ir abriendo la economía al mismo tiempo que ir controlando y evitando la expansión del coronavirus. Este aspecto empieza a ser clave ahora que empiezan a haber indicios de que se está llegando al pico de número de infectados por el virus.
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Desde antes del Año Nuevo Chino, la actividad económica en prácticamente todos los sectores ha sido muy escasa. Eso es debido a la imposición del Gobierno de anular casi toda actividad económica. Aun así, el Estado se ha visto presionado por empresarios, economistas y trabajadores a reanudar las actividades lo antes posible.
Este parón no ha sido implementado por igual en todas las regiones del país: en algunas únicamente cierto tipos de empresas (por tamaño o sector) han podido empezar a trabajar, los colegios no abren hasta mediados de marzo e incluso el transporte de mercancías y pasajeros está prohibido o limitado por provincias y ciudades. Estos y otros factores están teniendo un impacto en la economía del país.
A pesar de que el coronavirus está bastante controlado, es un virus muy fácil de transmitir y de propagarse. Cualquier error o relajación podría conducir a una mayor propagación o incluso a la aparición de otro brote.
El Gobierno chino ha recibido quejas debido a la dudosa gestión de la crisis del virus, especialmente de sus ciudadanos, a través de las redes sociales. El descontento de la población se atribuye a la falta de transparencia de datos y a la ejecución para la contención del virus. Estos aspectos también han tenido eco a nivel mundial.
Por ello, el Gobierno debería preguntarse a sí mismo dudas acerca de los próximos pasos a seguir: ¿Qué sectores de la economía reanudar, limitar o paralizar? ¿En qué zonas de China?
¿Se puede reanudar los flujos de personas y mercancías en el país? ¿Qué riesgo de contaminación hay? ¿Qué riesgos con calculados y se pueden correr? Preguntas nada fáciles para una crisis de la que todavía no hay todas las respuestas.