Hoy, como todos los días, he abierto el periódico y me zambullí en él. Me llamó la atención el factor común entre los terroristas de Barcelona: la juventud, el hecho de que a todos los hubiera radicalizado un Imán con un pasado sospechoso, todos provenían de familias religiosas... Y pensé en el poder de convicción de este imán, en el poco criterio de estos chicos.
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Pensé que en líneas generales, la juventud tiene como cualidades: el ímpetu, el optimismo, la energía física y mental, entusiasmo, el idealismo, el romanticismo y las ganas de triunfar, entre muchas otras. Y como defectos: la impulsividad y poca reflexión, la intolerancia, la inconsciencia, la terquedad de hacer lo que quieren y la rebeldía para transgredir normas.
Es cierto que las conductas son el resultado de muchos factores donde interviene no solo la familia, sino también la comunidad y el Estado. Las carencias y privaciones materiales y emocionales, la falta de reconocimiento, afecto, guía y atención, las condiciones adversas del medio, las presiones e influencia de “actores e instancias” que incitan al individualismo, a la falta de empatía con el otro, a la viveza y a la indiferencia, entre muchas más, crean un entorno personal, familiar y social que actúa como un detonador que lleva a los jóvenes a usar la violencia como alternativa injustificada para expresar su inconformidad, disentimiento, o diferencia.