Si hay algo en esta vida, que pensáramos que pudiera unir en cierto modo a personas y pueblos, que escaparía de alguna manera de las garras de la política, sería una disciplina tan maravillosa como el arte (en este caso, el buen arte) como son las obras del monasterio de Sijena (Aragón), verdaderos tesoros del arte, auténticas maravillas (se dice que cerca de 43 piezas de valor incalculable) que durante muchos años han estado en una especie de custodia o en legítima propiedad, como alegan desde el Museo de Lleida, pensando en buena 'lid' que su adquisición había sido con todas las garantías legales.
Entretodos
No pensaban así las autoridades culturales de Aragón, que llevan litigando años para que les sean devueltos tales tesoros, pensando justamente lo contrario: que son ellos los auténticos y legítimos propietarios. Teniendo cada una de las partes sus lógicas razones para considerar que dichos tesoros les pertenecen, no deja de ser muy triste y lamentable que algo (repito) tan maravilloso como el arte se haya convertido en arma arrojadiza de políticos -que allí busquen sus propios réditos electorales-. Unos que si hay que cumplir la ley (cuando precisamente algunos se la pasan por el arco del Triunfo); otros, que si hay que acatar sentencias (me río yo), y otros tantos mezclando quizá churras y merinas y sin dudar de su buena 'fe' por defender ese patrimonio, que igual tenían más que olvidado. Pero todo es, y valga la redundancia, bueno para el convento.
El arte, pues, nunca debería ser motivo de discordia.