El último año ha sido uno de los más duros de los vividos recientemente por la población española. La sensación que se experimenta cuando se ven las normalmente concurridas calles de nuestro país desiertas es desalentadora. Los numerosos bares, que son a la vía pública lo que las luces a un árbol de navidad, se encuentran cerrados. Muchos de ellos para siempre. El desempleo crece, y la miseria se expande. Es un escenario indudablemente triste. Pero lo peor de todo es una realidad mucho más sutil, algo que no ocurre a plena vista. Solo en la ciudad de Madrid, más de 60 ancianos fueron encontrados muertos en sus casas entre los meses de marzo y mayo. Habían fallecido en soledad en sus casas. Lo más lamentable es que la causa de sus muertes no puede achacarse al virus. Entre las razones de su muerte, el olvido de la sociedad y la ineptitud del Gobierno.
Entretodos
El número de cadáveres sin reclamo fue también alarmante en asilos y otras instituciones durante el confinamiento anterior al verano. Concretamente, durante esos meses la mortalidad entre personas mayores creció exponencialmente respecto al año pasado. Ahora que las temperaturas han bajado de nuevo y se está experimentando una segunda oleada de contagios, cabe esperar que se tomen medidas para evitar que algo similar suceda de nuevo, pero en un país en el que las PCRs obligatorias en los aeropuertos llegan seis meses más tarde que a otros lugares de Europa, todo es posible.