La celebración de la Supercopa de España de fútbol en Arabia Saudí suponía, según algunos sectores de la derecha española, un paso adelante en los derechos de las mujeres en el reino saudí. Nada más lejos de la realidad. En esa guerra estúpida de demostrar quién es más feminista, las derechas se lanzaron en tromba a alabar a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Díaz Ayuso, por asistir al estadio de Yeda donde se celebró la final entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid sin portar velo, como si hubiese planteado un desafío histórico a las normas islámicas de aquel país.
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He de recordar a la señora Díaz Ayuso y a sus palmeros que las leyes de Arabia Saudí no obligan a las mujeres extranjeras a cubrirse la cabeza. Y digo guerra estúpida porque la derecha de este país, por lo demostrado hasta ahora, nunca podrá portar la bandera del feminismo y la defensa de los derechos de las mujeres en todos sus ámbitos; no porque sea patrimonio exclusivo de la izquierda, sino porque históricamente (y en la actualidad) la propia derecha manosea torticeramente el concepto de igualdad entre hombres y mujeres.
Lo cierto es que tras la disputa de la Supercopa las mujeres saudíes que acuden a los estadios de fútbol vuelven a ser segregadas como siempre; aquello de la apertura a las libertades tan solo quedó en el imaginario de un puñado de ingenuos o mentes interesadas.
A propósito de trasladar eventos deportivos domésticos a otros países, principalmente a los que no respetan los derechos humanos, lanzo un par de preguntas a la Real Federación Española de Fútbol: ¿Esa institución enarbola algún otro valor que no sea el de los petrodólares? ¿Dónde quedan los valores de igualdad, respeto, tolerancia e integración que se supone representa el espíritu deportivo?