Cada vez es más común escuchar las recomendaciones y advertencias que los expertos, la comunidad científica o los científicos nos tienen reservadas. Se informa, se debate y hasta se legisla en función de dichas directrices, pero ¿quiénes son estas personas?
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Ya es casi imposible poder ponerles cara a personas a las que, de entrada, se les presuponen las aptitudes y conocimientos necesarios para poder ser llamados científicos. Si no se puede saber quién dice algo, ¿cuánto vale su palabra? ¿Cómo podemos saber quién se equivoca (pierde credibilidad) y quién acierta en sus predicciones? El creciente escepticismo de parte de la población radica en que el anonimato de estas personas les priva la posibilidad de juzgar si realmente están capacitados.
El uso indiscriminado del principio de autoridad ('magister dixit') puede acabar provocando que todos los mensajes tengan la misma validez por ser indistinguibles unos de otros. Si no sabemos quién es un experto y por qué, cualquiera puede hacerse pasar por uno.