Cuando pienso en la forma que tenemos hoy en día de comunicarnos parece que a todos nos causa cierto respeto la palabra 'discrepar'. Creo que tendríamos que movernos con una mente más abierta, sin llevar los argumentos de los demás al plano emocional. Disentir ante lo que los otros dicen es un proceso que nos puede ayudar a ser más sociables, a ser coherentes con lo que sentimos o hacemos y a reafirmar nuestra identidad.

Cuántas veces en los debates políticos el discrepar es entendido por levantar el tono de voz, utilizando como respuesta todo tipo de improperios y de provocaciones. Por otra parte, en grupos de amigos y conocidos se intenta evitar la divergencia por miedo a acabar mal.

No me cabe la menor duda de que la discrepancia propicia la generación de ideas y el descubrir puntos de vista diferentes que nos ayudan a ampliar el horizonte. Así que dejemos los esfuerzos dialécticos para sortear llamar las cosas por su nombre y podernos permitir ser transparentes.

Me quedo con una de las muchas frases ingeniosas del gran actor, humorista y escritor estadounidense Groucho Marx: “No puedo decir que no estoy en desacuerdo contigo”.