En respuesta al artículo de Toni Sust 'Un año en el infierno'.
Entretodos
Pasillos y las típicas prisas de última hora para comprar regalos para unos, recuerdos para otros. Visitas a internet para configurar, de nuevo el menú navideño en donde la gran mayoría se llena de comida hasta la extenuación, como si se tratara del último día en la Tierra.
Mientras tanto, él busca la manera más barata y más eficiente para quitarse el temblor que le provoca la abstinencia que a su vez le causa u dependencia al alcohol. Dos cartones de vino, en un parque, en un cajero o en un albergue hacinado. Lugares donde el orgullo se pierde entre la supervivencia y en donde los días son tan iguales que parece que el tiempo se ha detenido para siempre.
Y él, como tantos otros, tiene nombre, vida normal, familia, como tú y como yo. Pero nadie parece acordarse de ello. Lo que importa es que él ha dejado de ser persona a los ojos del mundo y lo peor, a sus propios ojos.
Parece mentira cómo, entre trajines de bolsas y elaboraciones de menús, hay muchos como él que un día, también, pensaron en qué hacer de cena de Nochebuena y qué comprar para regalar, y hoy han acabado olvidados por todos nosotros.
Ánimo a todos los que han sido, son y pueden ser como él; ánimo, Gorka. Entre luces y villancicos, un servidor pensará cuántas realidades existen en un mismo espacio, a pesar de todo.