Hoy quería transmitir el sentir de la calle porque a través de mi mascarilla y mi pantalla de metacrilato en mi supermercado se escucha, observas y aprendes. Y ves que nos estamos perdiendo algo, que no entendemos que está pasando y que las conductas no tan cívicas durante el confinamiento se deben a que ya estamos cansados. En la calle, la gente no puede entender los tramos horarios de las fases. Si soy mayor solo puedo salir de diez a doce de la mañana y de siete a ocho de la tarde, pero si puedo ir a comprar a cualquier hora. No puedo coincidir con niños, pero si voy de compras no pasa nada. En definitiva, si voy a comprar tengo todo el día, pero si quiero ir a andar tengo el tiempo limitado. Además, con este calor, la franja no es la mejor. Todo tiene solución si vas a una terraza de un bar, pues ya no tienes que subir a casa a las ocho. Pues eso, todos al bar y ahí podemos coincidir con niños.

Lo mismo pasa con los más pequeños, que tienen una hora y menudo tramo de doce a siete. ¿Que hace mucho calor? Pues a una terracita y solucionado. Ya podemos subir a casa a las doce. La sociedad está confusa. No entendemos nada. Reactivamos la economia, pero no solucionamos el cuidado de los menores. Ahora trabajamos todos  y dejar a los niños con los abuelos no es conveniente. ¿Cómo lo hacemos? Bueno dejaremos de trabajar y a pedir todos el mínimo vital.

¿Dónde ha quedado la igualdad y la lucha de la mujer trabajadora? Todo son incoherencias. Nos podemos juntar 10 o 15 personas en un bar pero no en el colegio. ¿Qué pasa? ¿Los colegios son un mayor foco de contagio que cualquier otro lugar? No se entiende nada y el ciudadano desconfía. Desconfiamos de las cifras. Ahora mucha gente con síntomas da negativo en las pruebas, pero no se encuentran bien y quien no tiene síntomas es asintomatico... y ahora no tenemos muertos. Con todo esto se pierde interés en hacerse la prueba. Tal vez sea el objetivo del Gobierno porque no hay test. Y ya no se agotan, nadie quiere hacérselo. ¿Para qué?