Cada 20 de noviembre se celebra el Día Mundial de la Infancia, fecha que debería hacernos reflexionar acerca de la situación que viven las niñas y niños más allá de nuestras fronteras, y los beneficios que tienen los que viven aquí.
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En nuestro país, la gran mayoría viven bajo techo, con cajones llenos de juguetes y armarios llenos de ropa, van al colegio cada día, tienen un plato de comida caliente y, a la mínima décima de fiebre, un médico les atiende y les receta la medicina que en la farmacia de al lado de casa les darán.
Más allá de donde nuestros ojos quieren ver existen otras niñas y niños que no van al colegio sino al trabajo; que visten con ropas viejas y sucias; que les obligan a casarse aun y siendo menores de edad; que son explotados sexualmente y que sufren guerras y hambruna, entre muchas más penurias. Son niñas y niños que viven una infancia en la que ven vulnerados todos sus derechos.
En estos últimos días hemos demostrado mucha empatía cuando se trata de desgracias que nos tocan de cerca, y eso está muy bien, no dejemos de hacerlo nunca, pero hay que abrir los ojos y mirar más allá, ya que aunque no salgan en los informativos diarios, ni leamos sus historias en la prensa hay muchas niñas y niños que viven en situaciones precarias y en nuestras manos está hacer que esto cambie.
Seamos también humanos y empáticos con los que viven lejos de nuestras casas, los derechos de la infancia no deberían ser vulnerados en ningún rincón del planeta.