Dedicar tiempo y esfuerzos a los hijos es una de las mejores tareas que pueden ejercer los padres y madres. Intentar que el niño tenga más oportunidades de felicidad y de conocimiento es un objetivo mayoritariamente compartido.
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No es tarea fácil elegir la actividad más conveniente, e incluso a veces se comete el error de no consultar al niño; una cuestión es orientar y otra imponer, por lo que deben tenerse en cuenta el carácter y las características del niño que le ayuden, entre otras cosas, a relajarse y evitar el estrés. En la mayoría de los casos, no obstante, supone renuncias personales de los padres que afectan a su propia formación, ocio o cuidado físico y que dificultan ese deseado equilibrio de bienestar familiar. Propiciar que el hijo practique actividades lúdicas extraescolares significa, en muchos casos, importantes esfuerzos colaterales continuos en desplazamientos, tiempos muertos, las circunstancias múltiples que concurren en la actividad y un alto grado de plena dedicación,que hacen 'olvidarte' de tí. Es cierto que se hace con la mejor actitud, pero no por ello hay que dejar de ponerlo en valor por la carga de generosidad, abnegación e inmenso amor que se pone en el empeño.
Mi reconocimiento y gratitud a todos por su maravilloso ejemplo, que tanto bien hace a los hijos y que ayuda a tener una sociedad más formada en conocimientos y valores. No quiero dejar de mencionar a unos 'colaboradores' de imprescindible complicidad como son los abuelos, que además repiten experiencia con los nietos.