A lo largo de esta crisis sanitaria se han mencionado muchos colectivos vulnerables y que necesitaban nuestro apoyo: es el caso de los sanitarios, la gente mayor de las residencias, los niños y la juventud, el sector de la restauración, entre muchos otros.
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En medio de toda la espiral pandémica de muerte y de caos, ha resultado difícil pararse y prestar atención al estado mental de cada uno. Por razones obvias y de urgencia, se ha priorizado la salud física de las personas. Y la salud mental ha quedado relegada a un segundo plano. Más que nunca.
Apenas parece que estamos a las puertas de la recuperación de una nueva y extraña normalidad. Vemos cómo desde el Gobierno se acelera el plan de vacunación y se proponen planes y ayudas para reactivar la economía y apoyar a los más desfavorecidos.
Ahora bien, ¿alguien se ha parado a pensar en las consecuencias psicológicas derivadas de esta situación? Quizá ha llegado la hora de empezar a preocuparse por la salud mental de la población e invertir en apoyo psicológico.