El 23 de abril, se celebraba en mi ciudad la tradicional fiesta catalana de Sant Jordi. Se caracteriza por el intercambio de rosas y libros entre los enamorados. A lo largo de las floreadas ramblas de Barcelona no solo se situaban numerosas paradas con los obsequios significativos de esta festividad, si no que ocupaban un lugar significante las casetas de los diferentes partidos políticos.
Entretodos
No había distinción de edad, tanto adultos como niños sujetaban globos, caramelos y bolígrafos que publicitaban las diferentes ideologías políticas. Considero que un día dedicado a la cultura literaria y a dicha festividad, se encuentra sumamente contaminado por el oportunismo político y consignas de distinción que se deberían prescindir en un día como Sant Jordi.