Entendemos por dialogar la intención de llegar a una solución de un problema, y la herramienta que se usa para que la mencionada intención llegue a buen puerto es la discusión.
Entretodos
En general, los seres humanos nos pasamos la vida dialogando: con el camarero en un restaurante, con nuestra pareja al elegir que película queremos ver o con el taxista cuando juntos elegimos el itinerario a seguir.
Los ejemplos son infinitos. Sin embargo, si al final del diálogo no encontramos la solución, necesitamos ayuda de terceros: amigos, mediadores, parlamentos, jueces o una simple moneda para lanzarla al aire.
Si el problema llega a los jueces, éstos no tendrán más remedio que aplicar la ley y, como todos sabemos, los márgenes interpretativos de ella siempre son y serán muy variados. Quería llegar hasta aquí para desmitificar de una vez por todas el verbo dialogar cuando, últimamente, se usa como fármaco milagroso para curar todos los males de España.
Para solventar algunos de los complejos problemas que hoy tiene nuestro país el dialogo no es suficiente; es imprescindible cambiar algunas leyes para que los márgenes de interpretación se reduzcan y, así, la democracia crezca.