Soy estudiante, me faltan tres semanas para graduarme y dar por finalizada una de las etapas más importantes de mi vida. Tengo 21 años y puedo ver que las cosas no van bien, tenemos una grave crisis social.
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Un número alarmante de las personas que tengo a mi alrededor están descontentas con su trabajo, se sienten explotadas, desmotivadas y quemadas. Hoy en día tener un trabajo es algo de lo que estar sumamente contento y por parte de los empresarios, algo por lo que estar agradecido.
Mi nivel de indignación ha ido en aumento, sobre todo cuando una persona de mi entorno personal fue a una entrevista para entrar a trabajar en una cadena muy famosa de heladerías y las condiciones eran pésimas. Me explico: el puesto consistía en trabajar 54 horas a la semana con 1 día de descanso, pero en el contrato solo figurarían 20 horas trabajadas. En la oferta, como era de esperar, había muchísimas personas apuntadas y esa misma tarde ya habían elegido al candidato.
Cuando una empresa publica un anuncio con una nueva oferta de trabajo juega con una gran ventaja que explica muchas situaciones injustas pero que viven miles de personas cada día: muchas de las personas que se presentan ya hace mucho tiempo que buscan trabajo y el nivel de desesperación a veces puede ser tan grande que lleva a aceptar unas condiciones de trabajo muy duras e incluso inaceptables en otras circunstancias y culturas.
Si yo fuera empresaria procuraría tener siempre motivados a los trabajadores, ya que he constatado que la desmotivación hace perder mucho dinero al cabo del año. Tener a los trabajadores motivados y contentos es una de las claves imprescindibles para construir el camino que conduce cualquier empresa al éxito.