¿Por qué será que la cajera del supermercado de al lado de mi casa es la culpable de todo lo que acontece en la tienda? Si sube el precio del pan, si cambian la leche de sitio, si el tique es demasiado largo, la música demasiado estridente, las luces oscuras, si hace frío o si la cola llega hasta la pescadería.
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Seamos un poco más empáticos con el prójimo y pongámonos en la piel de los demás. Quizá esta no sea una cuestión de gran interés social en la actualidad, pero con esta carta propongo una reflexión personal sobre cómo actuamos con aquellas personas con las que interactuamos día a día y que no tienen la culpa de nuestras desgracias.
Yo soy esa cajera de supermercado.