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“Cañas y barro en la Comunidad de Madrid"

Clientes en la terraza de un bar en Madrid.

Las cañas se volverán lanzas. Tal parece que vaya a ser la evolución de la 'libertad' para tomar cañas que ofrecía Isabel Díaz Ayuso frente al cansancio pandémico del covid-19, y que apoyaron con su voto casi la mitad del 75% del censo electoral madrileño, en mayo de 2021, como la mejor alternativa al socialismo y para mantener la actividad económica de la hostelería y similares, porque Madrid ya había sido desindustrializada sistemáticamente durante más de 26 años de gobiernos conservadores.

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Ahora resulta que la libertad tenía un precio (las cañas, tres euros y los gin-tónic, 12) que no todos podíamos pagar, y que además necesitábamos mascarillas, y alguien estaba poniéndoles precio, muy por encima de su coste real, dada la emergencia de la demanda. El mercado es el mercado, y los buenos comerciales, sean 'nobles herederos' o 'hermanísimos', tienen que aprovechar la ocasión, es decir, su ventaja competitiva frente a otros. Nada que se pueda demostrar como ilegal. Más o menos lo mismo que dice el denostado 'heredero' Jordi Pujol, que no tenía un hermano, pero sí siete hijos y una esposa que sacar adelante.

Todos corruptos, nadie responsable; se cambia el nombre al partido, o la sede, y que voten, para que aparezca el tupido velo de la indiferencia, y las lanzas ya no hieran, aunque la suciedad del barro de la corrupción nos desborde.