Palabras como acoso, vejaciones, insultos, manipulación, aislamiento, diferencia..., por sí solas asustan, pero cuando asociamos a nuestro hijo con alguna de ellas, el miedo se convierte en terror. Solucionar el problema con frases recurrentes como "es cosa de niños" , " no se le tiene que dar importancia", "son etapas" o " los niños son crueles" cabrea todavía más, y cuando las explicaciones vienen dadas por parte del colegio son una vergüenza.
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El 'bullying' es una de las palabras más tristes de nuestro siglo; que la inocencia infantil se convierta en perversión y manipulación grupal nos tendría que hacer pensar, en primera instancia, qué falla en el entorno más directo de nuestros hijos. Podemos culpar a las nuevas tecnologías, a los horarios laborales, a la sociedad, al agresor, pero lo eficaz sería pensar en qué estamos haciendo mal como padres, qué se nos ha pasado por alto.
Como madre, creo que tenemos que hablar abiertamente con nuestros hijos del problema, poner límites a las injusticias para que aprendan desde pequeños que humillar no beneficia a nadie. Hablemos en clase, en casa y con los amigos, callar no es proteger. Enseñar implica reflexionar, exponer diferentes puntos de vista, vivir sin miedo, preguntar antes de juzgar. Y eso también va por los responsables de los centros en los que cuando algún padre alerta de una situación de 'bullying', parece que peligra la cuota de inscripción y la reputación del centro. Consigamos entre todos que las palabras como respeto, tolerancia, diversidad, inteligencia, cariño y realismo ganen.