En el edificio donde vivimos (o tratamos de hacerlo), tenemos unos vecinos (por decirlo de alguna manera) en el ático que, como son jóvenes y poco respetuosos, se montan cada fin de semana (viernes, sábado y domingo) sus fiestas nocturnas (y buena parte de la madrugada), con barbacoa y música a todo volumen incluidas. Y cuando subes a decirles que bajen el volumen de sus charlas y músicas, te responden amablemente que sí, pero no te hacen caso, pues ya les cuesta abrirte la puerta, ya que con el volumen tan alto no oyen ni el timbre ni las llamadas a su puerta.
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Así que, entonces, recurres a la Guardia Urbana o a los Mossos, pero claro, con tantos botellones que hay en la ciudad (en el Born o en las playas), no te hacen ni caso por esa menudencia. Y te tienes que aguantar, porque si no es por algo más importante no se van a presentar, ni a llamarte. Así que estamos abandonados a nuestra suerte y a sufrir muy poco descanso.