Siempre ha pasado, pero en estos últimos tiempos ha arraigado más todavía el chaqueterismo político. Ante las críticas de oportunismo, los tránsfugas suelen ocultar estas acusaciones esgrimiendo razones de evolución personal, agotamiento de ideas, argumentos o programas, o cualquier razón que oculte una ambición personal desmedida.
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Porque quien se inventa una excusa, crea un ideario o relato, palabra esta última que esta más de moda en la jerga política, que sea creíble, que tenga una posible explicación, que no se note que es falso o pueda evidenciar que se pretende mentir demasiado pronto. El conflicto de los que utilizan estos argumentos es que a la hora de cambiar de partido político, lo hacen siempre a otro que tienen más expectativas de triunfar, dejando atrás partidos donde o bien estaban denostados o directamente finiquitados.
Yo le preguntaría a la clase política, y en especial a los que adoptan y adaptan a estos trepas, si les vale la pena o creen que les compensan con los votos que puedan sumar a corto plazo, y si se dan cuenta del desprestigio que esto les supone. Aunque a mí no me tienen que contestar, yo hace tiempo que me di cuenta de cómo funcionan y que apostaté de la política.