Estaba sentado y oí un rumor. De pronto lo entendí. Era la hora. Salimos al balcón. Mis dos hijos y yo. Fue sobrecogedor. Caras desconocidas a pocos metros de distancia. A izquierda y derecha. A la misma altura. A diferente altura. Era como estar en el escenario del teatro del mundo. Rodeados de un gran aplauso. Estruendoso. Solemne. Respetuoso.
Entretodos
Aplauso anónimo. Sin voces. Sin lemas. Aplauso por los médicos, enfermeros, auxiliares, farmacéuticos, y muchos otros... Gracias. Aplaudimos los tres en silencio y entonces sentí una congestión. Y mi hijo gritó; "¡Mamá!"