Desde sus primeras reuniones, en los años setenta del siglo pasado, en Davos, el Foro Económico Mundial, ha venido liderando como su idea fuerza el 'capitalismo popular', desarrollado políticamente como 'democracia económica', y predicando que cualquiera, con un pequeño esfuerzo de ahorro previo, podía convertirse en accionista de una o varias macroempresas y participar efectivamente de los beneficios generados, por muy especulativos que estos fuesen.
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Hasta que estallan una tras otra las burbujas (punto.com, capital-riesgo, inmobiliarias, bancos de inversión, criptomonedas…) y entonces surge la verdadera cara del 'Mercado' insaciable, y tan canalla que devora a sus propios hijos, sobre todo a los que más habían confiado en el sistema, la sufrida clase media, la única que por su nivel de ingresos puede ahorrar, pero no puede especular.
Klaus M. Schwab, fundador del Foro y gran gurú del capitalismo liberal, propone adelantarse a los rápidos cambios económicos que están llevando al límite a los ciudadanos, sus comunidades y sus instituciones, y autocontrolar, en un ejercicio de voluntad casi mesiánica, a través de la buena voluntad de las corporaciones trasnacionales, la especulación financiera ciega y egoísta. Propone potenciar la colaboración público-privada, para evitar un estallido social, que él cree inevitable por la radicalización política, tanto de la izquierda como de la derecha, que fragmentan el mundo. De esta forma la política, y no la economía de mercado, es la culpable de la desigualdad lacerante en el acceso al bienestar. Ver para creer.