En mi casa desde siempre me han inculcado la buena educación, el respeto hacia el prójimo. El otro día me ocurrió lo siguiente. Subí a un autobús, no era hora punta y había asientos libres, así que me senté en uno. El autobús se fue llenando hasta que se ocuparon todos los asientos. En una de las siguientes paradas subió una señora mayor, y tal y como me han enseñado le ofrecí mi asiento; a lo que ella respondió: “Qué te has creído, que yo no soy tan mayor”. Se me rompieron todos los esquemas, no supe qué contestar y seguí sentada.
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