Últimamente nos estamos hinchando a oír hablar de supremacistas, nazis y otros calificativos que, sinceramente, producen vergüenza ajena. Preguntemos a los familiares o a los que quedan vivos de todos aquellos que fueron víctimas del verdadero supremacismo, el de las cámaras de gas, el de las torturas, el de morir de hambre, frío y soledad...
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Al final están demostrando todos ellos, los unos y los otros, no solo que son unos incapaces, sino que su cultura, y sobre todo sus ansias electoralistas, les han privado ya de la más mínima ética y moral.
No, señoras y señores: ni Torra, ni Rivera, ni Sánchez, ni Rajoy... Ni siquiera los del chalet están a la altura de todos nosotros, los y las que nos partimos el lomo y el cerebro cada día para que estos personajes no solo se gasten lo que ganamos, sino que lo tiren o directamente lo roben. No tienen el mínimo sentido de la decencia humana, y además ahora ya se permiten el lujo de utilizar calificativos que, de tanto usarlos, van a perder el sentido de lo que nombran.
Es realmente triste que toda alternativa sea nada: un vacío total de valores y de humanidad. Les digo a los señores Sánchez, el republicano de la izquierda obrera; al señor Rivera, la gran alternativa patriótica del pueblo y de los ciudadanos; a don Mariano (no tendría espacio para poder definirlo); a los morados (la clase comunista que resulta que juega a quitarse la silla entre ellos); y también al señor Torra (lacayo de Puigdemont), que por favor se pongan de acuerdo en una cosa: dimitan todos y dejen paso a alguien que conozca las palabras decencia y supremacismo o acabaremos, a causa de sus palabras y sus actos, pagando realmente por lo que significa esa palabra.