Adoración, de 62 años, ha sido una de las muchas heroínas que han luchado en primera línea de batalla en esta crisis de la covid-19, levantándose a las 4 de la mañana para coger un tren y un metro, más de hora y media de trayecto, para llegar puntual a su puesto en un hospital privado de Barcelona. Ha pasado cerca de tres meses aislada en su micromundo de trabajo-casa; casa-trabajo. Un micromundo de esfuerzo, valentía y solidaridad.
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La Generalitat anuncia un reconocimiento al personal esencial, pero no para ella, ya que pertenece a un colectivo que parece invisible ante una sociedad y ante unos políticos, pero que, en realidad, es imprescindible en el logro de haber puesto freno a esta pandemia: el personal de limpieza.
Hoy me explicaba cómo ya no solo no obtienen el reconocimiento de los de arriba; hoy, desconsolada e impotente, me explicaba que su empresa ha decidido recortar personal y despedir a sus dos compañeros, sí, aquellos que han estado en pleno foco, aquellos que han hecho frente a esta pandemia. Aquellos que no merecen un mínimo reconocimiento pero se han dejado la piel, han sufrido y han demostrado más calidad humana que cualquiera al otro lado del frente.
Y así, más cansada y más vieja, pero sobre todo más desilusionada, se levantó hoy mi madre a las 4 de la mañana para fregar, ahora, el estrés postraumático.
Gracias, mamá. Gracias, Gastón. Gracias, Carlos.