Gracias a El Periódico de Catalunya por recordarnos los 80 años del inicio de la Guerra Civil. Felicidades por su insuperable edición de ayer. Agradecido por hacerme revivir a mi padre, Juan Martínez, con la máxima intensidad.
Entretodos
Cuando estalló el conflicto tenía 18 años y vivía tranquilo en su querido pueblo de Águilas (Murcia). Pasó casi tres años por los frentes levantinos. Primero defendiéndose, después a merced de los terroríficos aviones alemanes.
“Sólo hacía que correr y correr, y ver como muchachos como yo caían heridos o muertos a mi alrededor”, comentaba.
“Juanito” - me decía siempre al final- “salvé el pellejo de milagro”.
Tuvo suerte, tras el final de la Guerra y después de un par de meses confinado en la Plaza de toros de Las Torres de Utiel (a modo de campo de concentración) pudo regresar y vivir una larga vida.
Me acuerdo de la historia de mi tío, José Díaz (hermano de mi madre, Isabel). Llegó a teniente del ejecito republicano y con las tropas fascistas cabalgando ya por Montjuic logró escapar en un pequeño barco. Primero a Orán y luego a Santiago de Chile. Allí murió en 1982. Jamás regresó.
Son mis historias. Apenas, sí, dos historias entre millones. Historias de horror que sacudieron a los pueblos y a las gentes de este país. Historias que, como bien decían ayer estas páginas, jamás deben caer en el olvido.
Mi emoción, mi gratitud y mi memoria, siempre mi memoria, para todos los que las escribieron con tanto sufrimiento.