En el Día Mundial de la Población, celebración que pretende resolver amenazas tan firmes como la contaminación medioambiental o la escasez de recursos naturales, seguimos maltratando la tierra que heredarán nuestros nietos.
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La población, el motor que impulsa la economía consumista para beneficio de unos pocos, aumenta a un ritmo tan endiablado que peligran los limitados recursos naturales. En el año 1000 de nuestra era habitaban el planeta 310 millones de personas. En 1800 se triplicó la población con 970 millones. En 1900 casi se dobló, con 1.650 millones de individuos. En 1965 se duplicó la cifra pasando a 3.335 millones de habitantes. En 2016 volvimos a doblarla con holgura al contabilizar más 7.400 millones de seres humanos y, según estimaciones de la ONU, la población mundial en 2100 superará los 11.000 millones de personas. El medioambiente es incapaz de soportarlo todo, y el descontrol demográfico, unido a una economía que exige continuo crecimiento, imposibilita el desarrollo sostenible y con ello la viabilidad de nuestro frágil planeta.