El sueño, alumbrado durante la V Conferencia Internacional de Estados Americanos, consistía en poner en marcha una descomunal carretera que comunicaría Alaska con la Patagonia, un proyecto mancomunado que más allá de su utilidad prosaica –desplazamiento, transporte– funcionaría como metáfora de la unión de los pueblos americanos. Ha pasado un siglo de aquella cumbre (1923, Santiago de Chile) y la carretera no está terminada, y probablemente nunca lo estará: la línea continua que traza de sur a norte (o de norte a sur) jamás ha podido sortear la barrera de 6.000 kilómetros cuadrados que se levanta en la frontera entre Colombia y Panamá, una selva densa llena de humedad, calor, serpientes, jaguares y mosquitos que se interpone en la vasta línea de 18.000 kilómetros de unidad americana. Su nombre es elocuente. El Tapón del Darién.
La ruta de la inmigración
El Tapón del Darién, la selva 'horribilis' del inmigrante entre Colombia y Panamá
El largo camino que lleva a los inmigrantes hasta el sueño americano tiene uno de sus tramos más peligrosos en los 6.000 kilómetros cuadrados de selva tropical que separan a Colombia de Panamá. A la presencia de grupos criminales se suman los peligros propios de un paraje como este: animales salvajes, crecientes súbitas, el riesgo constante de perderse y no encontrar el camino. Muchos entran y no vuelven a salir.
Un grupo de migrantes se adentran en el Tapón del Darién, el 8 de octubre de 2022. /
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