El final de los veranos de mi infancia en un pueblo de Jaén estaba marcado por las lluvias que a veces llegaban a finales de agosto y otras a comienzos de septiembre. Mi pueblo, Santisteban del Puerto, tiene muchas cuestas y está rodeado de cerros de tierra roja debido a los óxidos de hierro presentes en arcillas y calizas. Por ello, cuando llovía, de los barrios altos bajaban auténticos ríos rojos que a veces ocupaban las calles de acera a acera. Esas tumultuosas avenidas de agua eran el preludio del comienzo de curso lejos de allí, representaban lo nuevo e inesperado tras el estío en un pueblo donde nunca pasaba nada.
Entender + la química
¿Qué hace que el olor de lluvia nos guste?
Las primeras lluvias tras el verano nos aportan una imprecisa sensación de felicidad. La razón de que el característico olor a tierra mojada nos guste tiene una base química y nos conecta con los animales y con nuestros antepasados más lejanos, para quienes el sentido del olfato era clave para la supervivencia.
Tres asistentes a uno de los conciertos de la Mercè, en Barcelona, disfrutan de la lluvia que causó la cancelación del acto, el pasado 23 de septiembre. /
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