Noches de verano | Por Emma Riverola

La noche y la protesta

La protesta es un grito contra la injusticia, un golpe de puño, una búsqueda de catarsis, pero también una invocación a la esperanza. Cuando los pasos se agotan o el clamor se acalla, queda el arte.

Protestas por la muerte de George Floyd en Minneápolis. / JOHN MINCHILLO (AP)

El bar era un antro oscuro en la zona oeste de Manhattan. Uno de los pocos locales que admitían a gays, lesbianas, trans y a todo aquel que buscara un rincón discreto a los ojos de la ley. Aquella noche del verano de 1967 no parecía que fuera a ocurrir nada extraordinario. Ni siquiera cuando llegaron los policías. Una redada más. Pero un gesto individual de repulsa se convirtió en detonante y al puñado de clientes expulsados se sumó una multitud y las calles se contagiaron. El motín de Stonewall fue el catalizador del movimiento LGTBI, de la lucha por sus derechos y contra el estigma y los abusos. Cada año, la Marcha del Orgullo recuerda esa noche, también una actualidad aún marcada por la incomprensión y discriminación. Una memoria de dolor que ha elegido la exhibición de la fiesta y la alegría. Resistencia y 'performance'. Una protesta envuelta en celofán de mil colores.