"Los republicanos se han escandalizado porque una mujer baila, verán cuando descubran que una congresista también puede hacerlo". Alexandria Ocasio-Cortez, la más joven y popular congresista demócrata estadounidense que acababa de prometer su cargo, se marcaba unos pasos frente a la puerta de su nuevo despacho en el Congreso y contestaba (ridiculizaba) así a los 'haters' que habían pretendido desacreditarla como representante pública subiendo a las redes un vídeo de ella bailando con un grupo de amigos en una azotea en su etapa universitaria. Por muy absurdo que fuera el ataque (uno de los tantos que sufrió y sufre por cometer el pecado de ser mujer, latina, joven, progre, guapa y practicar un liderazgo diferente), aquello no le pilló por sorpresa y supo cómo reaccionar: se rio en sus caras. Al naturalizar el supuesto pecado cometido, neutralizó la crítica.
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Los ‘pecados’ de Sanna Marin (que no son los de Mohamed VI)
La primera ministra finlandesa cayó en la trampa. El hecho de comparecer desde el primer momento con el rostro compungido (como si hubiera obrado mal) y queriendo justificarse alimentaron al monstruo. Sanna Marin no ha cometido ningún delito, ni siquiera una falta moral o ética. Ahora bien, ha pecado de confiada y ha estado muy mal asesorada.
Sanna Marin pronuncia un discurso, el 25 de agosto, durante una reunión del Partido Demócrata, en Hameelinna (Finlandia). /
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