El hombre deambula por la noche de San Petersburgo. Una noche blanca, es el solsticio de verano. Le pesa la soledad y llena el vacío recorriendo la ciudad. Un soñador. En uno de esos paseos se encuentra a una mujer. Los encuentros se repiten durante cuatro noches. Paréntesis de ensueño que le hace tocar la felicidad con la punta de los dedos. Pero el hechizo se rompe. “¡Dios mío! ¡Solo un momento de bienaventuranza! Pero, ¿acaso eso es poco para toda una vida humana?”, exclama el personaje de Dostoievski. Última frase de ‘Noches blancas’, una novela de juventud y un argumento eterno: el amor no correspondido. ¿Cuántas obras se habrán compuesto bajo la luminosa excitación del enamoramiento o el negro lamento de la pérdida?
Noches de verano | Por Emma Riverola
La noche en blanco y negro
El arte que emana de la desolación puede resultar especialmente luminoso o la literatura que explora el duelo, paradójicamente balsámica
Lluvia de las Perseidas.
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