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Gasoductos, del bambú al acero

Con el control de la distribución del gas, Moscú recuerda a Europa que tiene la sartén cogida por el mango y que no le conviene tensar demasiado la cuerda en el conflicto de Ucrania, si quiere tener calefacción este invierno.

Construcción de un gasoducto en Argentina, en 1960 (Félix Luna, Wikimedia)

A Rusia la invasión de Ucrania quizás no le ha salido como tenía previsto, pero está haciendo pagar cara la oposición de Europa a sus planes expansionistas, recordando a la UE que controla la distribución del gas que utilizan buena parte de los países del Viejo Continente. Estos días lo hace evidente al reducir la cantidad de esa energía distribuida a través de las tuberías de los gasoductos. Como se dice vulgarmente, Putin puede abrir y cerrar el grifo según le convenga.