Que las relaciones de Pablo Picasso con las mujeres con las que compartió su vida –Fernande Olivier, Eva Gouel, Olga Khokhlova, Marie-Thérèse Walter, Dora Maar, Françoise Gilot y Jacqueline Roque– fueron, cuando menos, de dominación, si no directamente de violencia machista, hace tiempo que quedó claro en las obras de sus biógrafos (o los de la maltratada Dora Maar o las suicidas Marie-Thérèse y Jacqueline) y en testimonios como los de Françoise Gilot (Vida con Picasso, 1964) o su nieta Marina Picasso (Picasso, mi abuelo, 1991). Pero en el nuevo contexto de revisión de las prácticas de abuso en el mundo del arte propiciado por el #MeToo, y de reconsideración de la historia (también de la del arte) atendiendo a criterios de género, en la figura de Picasso lo que un día fascinó como hipermasculinidad se hoy convierte en un problema.
Debate
Picasso, frente a su #MeToo
El Museo Picasso de Barcelona, la UAB y la Université de Picardie Jules Verne celebraron ayer un seminario para debatir hasta qué punto la relación de Pablo Picasso con las mujeres debe pesar en la valoración de su figura y de su obra
Françoise Gilot y Pablo Picasso, en 1948. /
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