La tormenta se comportó como cualquier tormenta y pasó. Dejó atrás toldos desarbolados y libreros que siguen contando los ejemplares perdidos, pero también, el legado de una reflexión: la que se hace mucha gente del sector sobre este macro día del libro tan vulnerable como el gigante con el que soñaba Nabucodonosor. El de los pies de barro. Esta vez, el gigante resistió porque la lluvia, el granizo y el viento fueron despiadados pero pasajeros, y junto a las fotos de los libros empapados la hemeroteca podrá mostrar las más habituales de filas, de ávidos consumidores de letra, de complacientes rubricantes, de sol radiante en según qué tramo de la jornada. ¿Y si hubiera llovido todo el día? ¿Y si hubiera soplado todo el día? El clima es un tipo loco, va armado y no atiende a razones. Hay libreros, muchos, que uno de cada tres libros que venden al año lo venden el día de Sant Jordi. Hay motivos para reflexionar.