"Aracil, lo quiero a mi lado, así que ya puede hacer las maletas”. El doctor Emili Giralt había ganado la cátedra de Historia Contemporánea en la Universitat de Barcelona y había puesto el ojo en aquel espabilado estudiante que le había echado una mano en la organización del I Congrès d'Història del País Valencià, en abril de 1971. Todo un éxito académico y político. Entonces la presencia de profesores catalanes, que buscaban la promoción en la Universitat de València, desveló un fuerte sentimiento valencianista con un marco referencial de estudio propio y, para algunos, político, vinculado a la idea pregonada por Joan Fuster dels Països Catalans. Los valencianos habían dejado de mirar a Madrid para reflejarse en Barcelona.Rafael Aracil Martí había nacido en Alcoi en el año cuarenta. De una familia de industriales del textil que había ido a menos, con una salud precaria, que le llevó a un sanatorio para tuberculosos cerca de Madrid, el joven licenciado en Filosofía y Letras y su compañera de vida, Mila García Bonafé (profesora de gimnasia y futura catedrática del INEF), aprovecharon la oportunidad que les ofrecía el discípulo de Jaume Vicens i Vives y tomaron ese tren sin billete de vuelta. La mejor decisión de su vida. Catalunya les dará todo y ellos lo devolverán con creces sin renunciar al dejo valenciano.