“Quiéreme, quiéreme hasta la locura / y así sabrás la amargura / que estoy sufriendo por ti”, escribió la mexicana María Grever en el bolero ‘Júrame’ (1926), un clásico que han cantado Luis Miguel, Martirio o Julio Iglesias, y que hurga en los tormentos del amor tal como heridas del alma: “Tengo celos hasta del pensamiento”, dice la letra, apuntando a una pulsión muy presente en el cancionero popular y que hoy es señalada sin ambages como tóxica.
Club de música con Jordi Bianciotto
¿Un mundo de canciones de amor políticamente correctas?
Los celos, el mal de amores, la proyección platónica, la pulsión posesiva o el rencor tras una ruptura tienden a convertirse en materiales tachados de ‘tóxicos’ en la producción de canciones. ¿Vamos hacia un paisaje musical idealizado, aséptico, en que el amor no esté representado en toda su amplitud y sus pliegues, incluidos los más dolorosos o indeseables?
Lana del Rey.
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