Rehabilitar ahora para un bienestar duradero

Crisis climática, aumento de las desigualdades, una cuarta revolución industrial-digital en proceso, desequilibrios territoriales… En momentos de cambios profundos, como el que actualmente vivimos, todos buscamos refugio en nuestras viviendas. En el hogar esperamos encontrar el confort y la seguridad que parece fracturarse en la realidad que nos circunda. Sin embargo, el confinamiento provocado por la pandemia del covid-19 dejó al descubierto las carencias del que es el parque de edificios más envejecido de Europa, con más de 10 millones de viviendas que necesitan una rehabilitación. Con frecuencia, no somos conscientes de que casi todo lo que nos rodea es artificial, es el resultado de la acción humana y del desarrollo tecnológico que durante generaciones van construyendo un entorno que favorezca nuestras vidas. Pero en momentos de transformaciones profundas, como las actuales, nos damos cuenta de que los espacios que habitamos fueron pensados por generaciones pasadas que vivían una realidad determinada y tenían necesidades y deseos muy distintos a los nuestros y, como consecuencia, aquello que debería hacernos sentir seguros y cómodos, respondiendo a nuestras demandas para vivir mejor, de hecho, nos dificulta la vida. En nuestro país, el 70% de las viviendas fueron construidas antes de la entrada en vigor, en 1979, de la primera directiva europea de eficiencia energética. Más del 80% de los edificios existentes tienen calificaciones E, F o G, lo que no solo los convierte en grandes derrochadores de energía, responsables de casi un 40% de los gases de efecto invernadero, sino que, de hacerse realidad los borradores de la nueva Directiva Europea de eficiencia energética, a partir de 2030, no podrán realizarse compraventas con ellas sin su renovación energética. Ciertamente, la renovación de nuestras viviendas para que sean más eficientes conllevará ahorros económicos y de consumos energéticos. Pero el objetivo principal de nuestras viviendas no es solo consumir menos. Desde que abandonamos la vida nómada y cambiamos las cuevas para construirnos cabañas y formar los primeros asentamientos, la razón de ser de las viviendas es ayudarnos a vivir mejor. Por lo tanto, sería un despropósito, reconocido incluso en la propia Estrategia de Rehabilitación Energética de Edificios a largo plazo (ERESEE), emprender la transformación de edificios y viviendas que va a posibilitar los fondos europeos Next Generation sin tener en cuenta otras grandes carencias de nuestro parque construido. No podemos olvidar que casi dos millones de personas con movilidad reducida actualmente no pueden salir de sus casas si no es con ayuda. Una situación que, considerando la pirámide demográfica, se agravará con una población cada vez más envejecida: algunos estudios señalan que, en 2050, el porcentaje de habitantes con más de 65 años aumentará casi un 43%, hasta alcanzar los 15 millones de personas y, de ellas, un 13,1% tendrá limitaciones moderadas de movilidad y un 21,3%, limitaciones severas. La rehabilitación para hacer nuestros hogares más accesibles es urgente. Pero también es necesario adaptar nuestras viviendas a los actuales modos de vida, trabajo y ocio, con espacios más funcionales que nos aporten bienestar. Y todo ello, con estrategias y políticas públicas orientadas a dar respuesta a uno de los mayores problemas de nuestra sociedad -el acceso a una vivienda digna-, ampliando el parque de alquiler asequible. La “ola de renovación” de edificios y viviendas que posibilitará el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia con cargo a las ayudas europeas nos ofrece una oportunidad única para actualizar nuestro parque construido con una mirada integral que ponga la actualización y mejora de sus prestaciones para el bienestar de las personas en centro de las actuaciones, conscientes de los múltiples beneficios que implica la rehabilitación para vivir mejor, tal y como queda reflejado en la 'Guía ciudadana de impulso a la rehabilitación'. Una publicación editada por el Observatorio 2030 del CSCAE con la que queremos ayudar a los hogares de nuestro país a tomar decisiones, a partir del conocimiento técnico de sus implicaciones para un bienestar duradero. Porque ¿de qué sirve reducir al mínimo el consumo energético de nuestra vivienda, si no tiene una distribución adaptada a nuestras necesidades o los accesos adecuados para salir y entrar cuando lo precisamos? ¿De qué sirve una calificación energética A o B, si no reúne las condiciones de habitabilidad necesarias? El volumen de recursos que se va a movilizar para transformar nuestras viviendas es histórico y, seguramente, irrepetible. Por eso, para optimizar las intervenciones previstas, evitar un derroche de recursos que no nos podemos permitir y establecer unos procedimientos rehabilitación de nuestro parque residencial eficaces y sostenidos a buen ritmo de aquí a 2050, es precisa una visión integral, contando con los profesionales de referencia que mejor conocen las necesidades y el potencial de mejora cada vivienda y edificio, estableciendo programas de actuación eficientes y asequibles para cada familia. Ahora se dan las condiciones para acometer la transformación y mejora de nuestros hogares; para que ganen en comodidad, salud, seguridad, eficiencia y bienestar a largo plazo, y los fondos Next Generation ofrecen la posibilidad de hacerlo, además, de una forma asequible. Debemos aprovechar el momento: rehabilitar ahora para un bienestar duradero, conscientes de que nuestras viviendas tienen un ciclo de vida largo, que debemos poder disfrutar de ellas en momentos muy distintos de nuestras vidas y que, también por ello, deben poder dar respuesta a las necesidades de varias generaciones.

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