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Lo que ocupa más espacio en la memoria de los teléfonos móviles son las fotos. No todas son importantes, pero algunas son verdaderos tesoros. Las imágenes son parte de nuestra vida y las queremos tanto que no las borramos.

Fotografía inédita de Agustí Centelles, tomada el 28 de octubre de 1938 durante la despedida en Barcelona a las Brigadas Internacionales, en las que aparece cámara en mano Robert Capa tras el jefe de gobierno Juan Negrín. / Agustí Centelles

Quizás viajar en el tiempo es imposible, pero tenemos un simulador muy eficiente que produce casi el mismo efecto: ver vídeos y fotos antiguas. En muchas casas la puerta de entrada a épocas pretéritas es la tapa de una caja de zapatos o de una lata de galletas, donde hay una pila de fotos antiguas. Solo los miembros de más edad de la familia tienen el poder de saber identificar quiénes son aquellos rostros sonrientes y qué pasó con sus vidas. En los clanes más organizados la máquina del tiempo es un álbum (o más de uno). Todo perfectamente ordenado y, cuando las generaciones jóvenes los heredan, notan el peso de la memoria en sus manos. Las familias que cuidan de estos recuerdos podrán explicar a los que aún tienen que nacer quienes eran y qué hacían sus antepasados. Quizás no lo saben, pero velando por su patrimonio audiovisual y preocupándose por conservarlo en buenas condiciones hacen lo mismo que los archiveros profesionales. Y es que esto que pasa en la intimidad también se puede extrapolar a niveles más altos, porque las ciudades y los países también tienen sus patrimonios a preservar.