Han vuelto las fiestas mayores, mal que le pese al covid-19, y la música retoma su dimensión más popular, a pie de calle, propensa al baile (ahora, sentado) y la algarabía (enmascarada), y sin previo paso por taquilla. Este año, con protagonistas como Oques Grasses, Stay Homas, Búhos, Els Amics de les Arts o Doctor Prats. Un mundo, el de las verbenas financiadas por los ayuntamientos, que resulta troncal en la escena catalana, hasta el punto de que, “si no existieran, la mayoría de los grupos se morirían de hambre”, estima Eric Herrera, director de Ausamusic, Servei d’Espectacles, y batería que ha recorrido multitud de fiestas mayores tocando con Dr. Calypso o El Belda i El Conjunt Badabadoc (actualmente a cargo de las baquetas en Brighton 64).
Entender + la música
¿La música de fiesta mayor es para un público poco exigente?
El circuito de las verbenas de verano resulta troncal en la escena catalana, donde se ha propiciado la creación de un canon sonoro distintivo a partir del mestizaje del pop y los ritmos latinos, con estribillos fácilmente compartibles, coreografías y ‘gags’ escénicos. Ese patrón musical de la fiesta mayor despierta prejuicios, al tiempo que se alerta de la burbuja de cachés con dinero público (hasta 30.000 euros por concierto de los grupos autóctonos punteros), propiciada por ayuntamientos deseosos de fichar a los nombres del momento.
Concierto de Oques Grasses en el centro de Girona. /
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